martes, 21 de enero de 2014

Un ala, dos alas.



No será imposible nacernos otra vez, habiendo nacido ya una. 
No será impensable querernos hasta morir, morir millones en cada galaxia infinita paridas en nuestras cabezas. 

Como una gelatina, atractiva, que nos mira recostada sobre un plato, en una mesa. Somos un postre que brilla porque existe hasta que alguien decida hincarle un diente, dos dientes, quizá ninguno. Estamos mientras nos dejen aire. 


Existo mientras tú quieras. Y eres mientras yo permita. Y a la vez, a la vez eres sumamente libre como tus pensamientos naturales, sobre cómo debería vivir un león en su selva, y no entre rejas. Sobre todo lo que yo reniego acerca de la carreras de galgos, ya sabes. Vivir como animales es la frustración de mi vida. Sin embargo me compenso respirandote. Y haciéndome un ave, dos aves. Tu ala y la mía. Dos alas.

Eres mío. Pero tú no eres mi dueño. No somos de nadie, tenlo clarito.


Sin embargo, no titubeo, 

soy tuya.