sábado, 18 de febrero de 2012

Calles de humo



Imagen: Imilce 


En la radio suena música...
insuficientemente buena... perfecta para no escucharla.
De fondo pasean personas, animales, incluso cosas.
Se equilibra el sonido de tacones con el canto de los pájaros.
Un gato lejano maúlla, y los cuentos vuelven a existir.
En la calle reina un ruido, hoy delicioso.
Todos ajenos al siguiente. Formando una cadena de engranajes.
Todos somos iguales. Y sin embargo, yo sé que soy diferente. Como todos los iguales, piensan que también los son.
Todos somos diferentes pues. Y en la diferencia, volvemos a ser iguales.


Humo de tabaco, humo de incienso. Humo invisible de diesel. 
Humo de café. Humo de mentes.
Un infarto dentro de un taxi.
Heroína y fracaso en un banco del parque.
Un beso en una parada de autobús.
Un choque de carros de la compra.
Una sonrisa.
Un frenazo.
5 euros en el suelo.
Un saludo falso.
Un abrazo sincero.
Todos corremos en direcciones inversas. 
Algunos corremos sentados. Otros corremos  pensando.
Y me pregunto qué pensarás tú, mientras sonrío y apago el cigarro.
 Y vuelvo al trabajo.
Mientras caigo en la cuenta de que todo no era tan malo.

jueves, 9 de febrero de 2012

Creía que el odio no era real en un estado de pureza máximo. Creía que todo era motivado por la rabia de un momento, que repetidos causan un desprecio concreto, que al final muda, se olvida, se repudia o se acepta. Aversión. Retirada y regreso.  
Creo que este tiempo no he tenido la mente clara, creo que parte del problema es ese. Un molino que no deja de dar vueltas, y aún así dejó de producir hace tiempo.
Me duele todo, respirar. Estoy casi a punto de rendirme. Quizá no pueda más y soy incapaz de aceptármelo.
No quiero nada, ni juramentos, ni ruidos, ni abrazos. Sólo quiero dormir. Dormir mucho tiempo, dormir tanto que cuando despierte todo esto sea parte de un pasado, y un día ni si quiera yo misma sea dueña de él. 
Estoy anestesiada por tanto pensamiento. Todos son bucles en mi entendimiento. Todos me bloquean. Me privan, me arden.  
Lloro y no puedo controlarlo, como si todos los mares del mundo estuviesen dentro de mí. Como si reventase una presa en mis ojos.
Es un dolor ajeno que se introduce hasta ser tuyo propio, una brecha, perenne abierta, dormida y no muerta, que siempre acaba por volver.
Veo vuestra condena, vuestra no salida. Siento pena. Por ti. Pero más por ella.
Quiero ser egoísta y dejar de ser el puerto donde atraquen vuestros barcos de guerra. Yo no soy Suiza. No puedo ser la neutralidad y la pureza. 
Sólo quiero dormir y despertar lejos de todo lo que no he creado yo. Lejos de vuestro odio y del mío. Ser yo nada. Y todos los demás ficción. O yo ficción y todos nada.

martes, 7 de febrero de 2012

Viagra y bolsillos



Temprano suena el despertador de Sabena. Trabaja en un almacén de lechugas. Le gusta llegar con tiempo para fumar un cigarrillo en la puerta antes de entrar a luchar con los tallos herbáceos. Sabena sabe que el tabaco es una mierda, pero el humo de cada calada la hace descentrarse de su periferia negra. Hace poco leyó en una revista que cada cigarro resta 30 segundos de vida, sonrió irónica pensando que el trabajo le roba 14 horas diarias y nadie lo llama cáncer.
Sabena navega entre los escombros de una mala vida, pero tiene humanidad, cultura y alma, vive en un barrio intermedio entre clase la baja y la muy baja, aunque al igual que sus vecinos, pronto será expropiada para dejar paso al proyecto millonario "Ciudad Empresarial", el alcalde de su ciudad es muy profesional, sabe limpiar mierda y convertirla en oro. Colchones llenos y manos negras, como todas las bocas que cada día se quedarán sin techo y cama. 
En el extrarradio de su barrio ya han desaparecido algunos edificios viejos, en su lugar lucen inmensidades con fachadas espejo que emulan un cielo cada vez menos azul. Construcciones que sacian el ego de los "hombres de bien", compensando sus diminutos miembros y dudosas intenciones. Violencia doméstica sobre tarima flotante.  Adicción en cristal de Bohemia. 
Por las mañanas al pasar por el nuevo área empresarial, Sabena espera varios minutos en un semáforo que con su rojo le grita "TÚ NO PUEDES PASAR", mientras cientos de hombres y mujeres trajeados, cruzan rápidos para sentar sus fibrados culos en sus despachos de cristal. Suelen centrar sus miradas arrogantes en su destartalado coche gris, Sabena aguanta cada una de ellas, e incluso a veces cree ver en sus ojos símbolos de máquinas traga-perras y en sus bocas blancas, colmillos afilados. Pero no les tiene miedo, sólo los desprecia. Como el animal débil odia al depredador más fuerte.
Hoy Sabena cumple 29 años y como siempre no recibirá ningún regalo. Pero no lo necesita. Hoy ha decidido que nada la hará esperar, ya se le hizo demasiado tarde. Hoy el escarlata del semáforo no será el único que inunde de rojo el nuevo área empresarial.