martes, 30 de julio de 2013

Era invierno

Imagen: Imilce

Como cada día de su vida, pensaba que todas las mañanas eran abortos del día anterior, días perdidos. Todos los despertares eran pseudo-suicidios. Todos los días eran edificios a medio construir. Contaba las horas por tener algo que hacer. Algo en que pensar, quizá si el tiempo pasara rápido, la pena correría con él. Pero la tristeza no corre, nunca ha tenido prisa. 

Tomaba té, aunque el líquido fuera tan insulso como la mayoría de las personas. Lo hacía por tomar algo, por el calentor de su cuerpo, hay veces que siempre se vive en invierno, y que los 40º de fuera, no son relevantes.
Comía entre ratos. Fumaba porque le gustaba ver el humo del tren saliendo de su boca. Le gustaba jugar y entretener sus horas arreglando los mundos de sus alrededor. Mundos ficticios. O vivos a punto de morir.
La compañía era constante lo que hacía que la soledad fuese ruidosa. Quizá de las contradicciones más brutales. Males del siglo XXI.

Pero hay veces que entre las multitudes, entre las mareas de carne. Entre todos los vosotros, todos los ellos, aparece un tú. Un él. Un ella. Hay veces que la aguja es el pajar y no al revés. Que no caminan los pies, es el suelo el que se mueve... Que las venas empujan la sangre.

Decía que el tiempo pasaría porque tenía que hacerlo. Decía que era imposible que fuese de otra manera. Decía que la felicidad era un engaño de los bancos.
Decía que el cielo siempre sería gris.
Decía por decir. Como dice la mayoría. Estamos por estar. Pensaba. 


Un día el cielo amaneció azul. Azul y no gris.


- El mundo soy yo.