jueves, 10 de enero de 2013

De baladre


[No hay un sentimiento más grande que el del odio. Ni si quiera el del amor. Pueden romperte el corazón, destrozar tu virginidad, follarte con tanta dulzura que creas que el cuerpo sólo se creó para eso. Estallar de alegría por un premio de lotería. Morir de pena por la muerte de una madre. Pero sólo el odio puede hacerte correr por encima del agua. Sólo el odio puede ahogarte después.]

Sabía que el día iba a explotarme antes de que acabara la noche, lo supe por el color de mis mejillas al despertar, lo supe por el rojo, por el fuego que quemaba mi garganta, lo supe por el odio.
Tenía que salir de allí. Tenía que construir rápido una burbuja. Un búnker a marchas forzadas cementado en mi ecosistema. Sé de estructura, sé de arquitectura, sé de pintura. Sé de todo tanto que no sé una mierda.
Me puse manos a la obra o la obra en mis manos. Una junto a la otra separadas por milésimas, sin tocarse para proyectar entre ellas. (Es altamente necesaria la cercanía de las manos, el calor de lo vivo. La imaginación de alguien que no quiere estar muerto. Es altamente necesario desear con el espíritu salir del bullicio en llamas. Y sólo así aparece la burbuja, mientras tú diluyes.)
Noté un frescor extraño, un olor limpio, a nada, a como debía de oler el mundo antes de que se inundara de niebla tóxica. Abrí los ojos, estaba tumbada sobre lágrimas de hierba en un jardín rodeado de baladre, acababa en una pequeña casa color alegría. Sonaba agua correr, sonaban violines. Las ventanas de la casa escupían melodía bella, delicada, reconstituyente, como si el ser humano aún la mereciese. Era el paraíso o lo parecía.

- Imilce. Es tuyo, es tu sueño, es tuyo. Tómalo.- Del capullo de una flor de baladre había salido un diminuto oso panda color morado.

El mini panda me invitó a té. Sus tazas eran muy pequeñas así que tuve que tomarme 4, no pareció importarle. Le pregunté por qué y cómo, realmente no entendía nada, me dijo que no importaba, que era mío, que disfrutara de Las cuatro estaciones de Vivaldi que a continuación sonarían, concretamente dijo que había seleccionado para la ocasión Verano, Presto. Me pareció acertado a pesar de saber que en la realidad corría el invierno, pero allí daban igual los tiempos, que no los tempos. Recordé la descripción de aquella melodía, adaptada a mi aborto mental de hacia un momento. Recordé todas las tormentas de mi vida.

Entonces el panda me señaló:

- Tú.- dijo clavando su negro en mi negro.
- Pero yo no sé solfeo.- dije casi sin decir.
- Y los osos no hablan. Y el dinero no mata. Y el amor es incondicional.
Y como contestación me puse en pie, cogí una rama de un árbol pequeña y recta. Les dije a las setas que se situaran a la derecha. Los sapos a la izquierda. Obviamente las luciérnagas al final. Alguien les dio sus instrumentos. El panda me miró satisfecho. Y yo sentí lo mismo que debe sentir un loco atado a su cama con el único entretenimiento de su memoria destrozada, riendo como un hijoputa.
Y la melodía sonó.
Y si algo tengo claro es que no estoy loca, porque ese don sólo es para los privilegiados. Yo sólo hago sonar mi orquesta y bebo zumo de baladre, y si sigo viva es sólo y gracias a que existen las burbujas.
III. Presto

Dedicado a mi hermana, porque ya es hora de que aprenda de una puta vez a hacer burbujas.