viernes, 30 de diciembre de 2011

3...2...1 BOOOOOOOOOOOOOM


Explota 2011. Tras él, otro año, otras cuatro estaciones, cúmulos de errores VS décimas de aciertos, tu vida, mi vida, es sólo un paso más hacia la nada o hacia el todo. Hacia donde puedas ir. Hacia donde quieras ir.
Tú y yo estamos, partidos, enteros, amados, desengañados, contentos, agrios, drogados, sanos, cuerdos, perturbados, ricos, pobres, agotados...Pero la palabra clave es estamos, y afirma que no está todo perdido si seguimos caminando.
Y no seremos aquel de ojos sin vida que espera en la parada al autobús nº 11, porque ya no pasará, porque esperando se morirá de frío. 
Vivir en el ayer es el error del hoy. No existe el destino, son tus manos las que juegan las cartas. Eres el crupier de tu casino. Cobra, juega, folla, gasta pero sobretodo gana.
Todo empieza cada minuto que nace. Todo es ahora. Mañana ya es tarde.
No guardes tu As bajo la manga. Los muertos no saben jugar a las cartas.

viernes, 23 de diciembre de 2011

Casa de lenocinio





Quiero evitar los ruidos que alguna vez fueron palabras.
Es la evocación de algo, es la linea que babea la ausencia como el caracol en la ventana dejando su estela blanca. Lo nefasto es que las marcas poco a poco  carcomen el terreno, lo que fueron leves huellas van tornando a mares de profundas aguas en demasiada calma. 
No quiero prostituir mi tiempo a cambio de nada. No quiero seguir vendiendo mi día hacía un fracaso de noche, olores y ventanas cerradas. 
En realidad, mi buen deseo sería, que todos dejásemos de ser prostitutas de un mundo que dejó de ser redondo para convertirse en una gran esquina hace tiempo, en la que todos, mercaderes, comerciamos con algo nuestro, a cambio de algo ajeno o por "nadas" de colores.
 Y mientras gano o pierdo va llegando la navidad y con ella el fin de algo, pero todo seguirá igual que ayer, hace un tiempo o el sábado, y yo como Alicia en su país de maravilla, empequeñezco sin tomar la galletita mágica y escarbo en el suelo un hueco donde no sólo meter la cabeza si no el cuerpo entero. Y creo que desaparezco y que todos los días pasarán menos lentos.
Pero no siempre fue así, me gustaba cuando todo era diferente, cuando éramos demasiados ingenuos como para creer en la magia y bla bla bla demás sueños. Cuando no nos hacía falta plantearnos la esencia de nada, porque no era necesario, la esencia era una ilusión tonta pero sin sabor amargo. Me refiero a cuando aún te hablabas con tu primo, o cuando todavía soportabas a tu hermano, cuando tu madre estaba viva, o tu padre no se olvidaba de todo, cuando había abuelos arrugados sonrientes, o cuando eras tú el motivo de poner un árbol adornado, aunque no significase nada, aunque fuese parte de una farsa comercial que iluminaba algo, cuando veías a los seres cercanos aún soportándose sin obligación ni castigo, y cuando comerse las 12 uvas era el mayor reto del mundo y ver al abuelo atragantarse, lo más gracioso.  Cuando no había asco hacía este mundo proxeneta y aún no eras una puta a su comercio.
Entonces todo tenía un agradable olor a algo que no sabías ponerle un nombre, porque aún no conocías apenas significados en el diccionario, y daba igual porque eras feliz o algo parecido, porque no hacía falta comprender el porqué de todo, porque el todo, era eso.


Igualmente, mejor, peor o invisible, feliz navidad :)



domingo, 11 de diciembre de 2011

Ecuación




De escenario, paredes alicatas, un reloj varado, un hornillo sucio, un frigorífico cansado, una mesa, alguna silla. De olor, un pequeño tufo a  manzana podrida, un fuerte aroma a estofado cortesía del patio vecinal, olor a detergente marca blanca, desaparecerá en el momento que la ropa deje de estar mojada. Mucho asco y alcantarilla. 
De sonido, orgías peatonales, coches en marcha, cuchicheos en megáfono, música comercial, un televisor de fondo, quizá dos. Podría escucharse el canto de los pájaros, pero son demasiado insignificantes para el mundo como para dejar espacio a su piar. 
Y sobre las losas de la cocina se encuentra él, que no provoca otra cosa que  pena, es huesudo, blancuzco. Siempre calmoso. Se llama Carlos y tiene 14 años. 
Su padre, Lorenzo, se encuentra en la habitación de matrimonio follando con Mariana, la carnicera, casada con Julián, el barrendero, que después de 19 años limpiando mierda en las calles, no  ha sido capaz de raspar la basura de su propia casa.  
Julián peca de minipene. Mariana peca de grandes tetas.  Lorenzo peca de mucha experiencia en comer coños.  Lo bueno de los barrios es que todo queda en los barrios. Y todas las mentiras son ecuaciones resueltas por el método de igualación. 
La madre de Carlos, Antonia, se encuentra empotrada en una habitación auxiliar, respirando a través de máquinas traidoras que no la dejan marchar. Antonia y su cuerpo casi no existen, pero están. Antonia vive desde hace 4 años en muerte cerebral. Antonia quiso limpiar lo innecesario de las persianas que dan a la calle, un traspié  la hizo caer desde un tercero, pero el coche de Perico el bombero amortiguó su caída. Por desgracia para Antonia vive en un país el cual prohíbe la muerte asistida, pero consiente vivir en pena de muerte. Por desgracia para Antonia su marido es un cobarde.
A Carlos le entristece pensar que pronto dejará de ser un niño, porque le repugna convertirse en un adulto. Carlos sabe todo lo que pasa en su casa, en su barrio, lo sabe porque observa, porque es inteligente y piensa demasiado. Lo que nunca imaginó es que acabaría ocupándose de cambiarle el pañal de mierda a su madre, mientras su padre gasta lo que podría costar una asistenta jugando a las cartas en el bar.


Carlos ha cerrado todas las ventanas de la casa, es el momento de dejar de oír. A Carlos siempre le gustó el color del butano. 
Y Carlos abre el gas. 


(Texto inspirado en Alástor y en sus bombones de butano,  feliz cumpleaños)

viernes, 2 de diciembre de 2011

Quemarlo todo



Imagen: Imilce


He calcinado el mundo. El mío.
He quemado los muebles, la ropa, los cimientos.
He prendido fuego a todo terminando en mí misma.
Y me he sentido bien dentro de la llama. Me he sentido ardiente, viva. He dejado de sentir el frío que inundaba mis huesos. Mis entrañas han entrado en un calor dulce como un beso colmado de amor tan puro como la droga en su mata.
He quemado la migraña, el desazón, la mentira. Sobre todo he quemado la rabia.
Y poco a poco se ha ido convirtiendo todo en cenizas blancas, limpias, brillantes. Claras.
En cenizas bellas que ya iluminan el suelo raso.
Ahora yo y el Todo somos una armonía sincronizada, somos el acorde natural del número cero. La paz de la nada acompasada con el silencio más divino ante cualquier palabra.
El sol ilumina el escombro convertido en una pletórica de belleza. Es la hermosura de la destrucción propia consentida. Es como la imagen de una bomba nuclear al estallar. Es el boom convertido en melodía del violín mejor tocado. Es la noticia de una muerte, al lado de una vida.
Y nada puede ensuciar estas cenizas blancas. Y nadie puede componer los restos, porque nunca más serán lo que fueron y sin embargo nunca dejarán de serlo, sólo yo y mi tiempo tenemos el poder de forjar de nuevo. Sólo yo lidero, aunque ya terminó el duelo.
Y todo es tan puro, tan bello, que sin haber muerto, me siento viva de nuevo
Y ya no hay cimientos que estorben la vista. Ahora puedo ver el cielo.