imagen: Imilce
Yo soy
el parásito que viaja tu cuerpo. El comensal privilegiado en tu
cabeza, hoy de nuevo para comer, cerebro.
Barrotes de hierro. Sonsonete sin
ritmo.
Yo soy el desierto de tus noches. La mordedura.
Yo soy tu primer vaso de agua
infectado de apatía. Tu café con sacarina, tu cerveza sin alcohol.
Yo soy la prueba de que el sinsabor mata.
Yo no te espero, te actúo, mientras no te inmutas viendo telecinco. Mientras tus
venas se entremezclan con las raíces exánimes. Mientras te anclas a un puerto
evaporado, sin barcos, sin sal, sin niños riendo, sin manos cuarteadas de
marineros. Sin faro ni marejadas.
Yo nazco del alucinógeno que no te
atreviste a probar. Emano de tu miedo a tocar la piel ajena. Yo afloro de la
vida de tu soledad. De tu sueldo mínimo interprofesional.
Yo soy el engaño en metadona. La mesura artificial.
No hay
ciencia que me erradique. Ni médico que me sepa. Tan sólo desaparezco si abres
la puerta. Si el aire mueve tu pelo. Si la risa vuelve a estallar. Si tu cuerpo muda la piel.