miércoles, 28 de marzo de 2012

Meter la mano en el bolsillo y encontrar un señor que vive allí desde los 80

como la extrañeza de ver a un caracol haciendo la compra
como el que habla con las plantas porque le cortaron el teléfono
como el niño que perdió el balón en casa del vecino depravado
como el álgido en una cama cuando duermen 2 y no 1+1.
como un cuervo empeñado en tocar el piano
como una flor en un jarrón
como un medicamento sin enfermo
como un violín sin mástil
como una rotonda sin salidas
como un Rajoy sin camiseta
como unas bragas en el techado de un patio de luces
como el invierno sin corriente eléctrica
como la primavera sin baile de alérgenos
como un tomate hablando con un pimiento

Como el desatino que descamina las venas de la corriente del cuerpo. Anulando la conexión entre alma y materia. La felonía de aborrecer hasta el plasma de la sangre. Quebrar en dos, como si de un tisú se tratase, el plastrón que cubre la vulnerabilidad que nos esconde. Y así, cuando solo queda cuerpo, desnudo por dentro. Apareciendo de repente, parido en medio de una calle, rodeado de ruidos, gente y ninguna persona. La mente vuelve a volver, y piensa:

¿Y qué coño hago yo aquí?







jueves, 22 de marzo de 2012

Todo la sabiduría cabe entre las piernas


Hemos aprendido que los suicidas de verdad no existen porque están muertos. 
Hemos aprendido que no hay un maldito lugar en el mundo donde estemos seguros, si nuestra cabeza está despierta.
A sintetizar los miedos, a dormir con las luces ahogadas. A saber que el único tesoro merecedor de búsqueda se encuentra bajo las sábanas.
Hemos aprendido educación para perderla. En general lo maravillo de arrinconar lo que interesa según el guión de la película nuestra.
A que no seremos más versados que nadie del pasado porque todo está inventado, y vinimos al mundo con la cama hecha. 
A sentir amor y ocultarlo. A abrir los ojos cuando besamos. 
Hemos aprendido a ganar amigos, pero sobretodo a perderlos.
A pelear por lo que nunca será nuestro más de un tiempo determinado, y aún así lucharlo como si fuera la última causa de nuestro mundo. A encontrar el pañuelo que se le cayó a la musa del séptimo cielo, y esconderlo para que no lo exponga ningún museo.
Hemos aprendido a controlar el yonquímetro de nuestra debilidad. A pausar la respiración. 
A conocer las leyes para condenarlas a cadena perpetua. A cagarnos en la puta, porque suena bien aunque ella no tenga la culpa. 
Hemos aprendido a abrir las piernas para recibir todo lo que nunca cabrá en un cielo, por muy azul que sea. Por muy grande que parezca.
A que quizá no sepamos lo que somos, pero sí lo que no.

He aprendido a callarme cuando tengo que hablar, y a hablar cuando nadie escucha. Y en la contradicción me conozco mejor que cualquier psicoanalista a 80 pavos por criterio.
A desnudarme sin quitarme la ropa. A despellejar todas las capas del mundo cuando falta aire en el búnker.  A fusilar la nada. A reír y punto.
He aprendido a leerte primero y entenderte después. A saberte sin conocerte. A agradecer tus comentarios. A responderte sin escribir. A ti que no te conozco he aprendido a conocerte, volviendo de nuevo al mar de las letras, que en realidad más que bipolares, son humanas, vivas, menos muertas que mañana.

Hemos aprendido tantas cosas, que ya estamos preparados para olvidarlas de nuevo.

martes, 6 de marzo de 2012

En la no-primavera




El mundo es como esa postal de aquel pueblo en fiestas.

En primavera, memoro.
Todo lleno de luces, tantas que de lejos el pueblo parece un burdel.
Sin embargo en la foto se oye el silencio. Y hasta parece que ni el aire que desfila trae ruido.
En la estampa se adivinan niños corriendo sin rumbo, y a veces se pierden y dejan de volver. Los muchachos creen no ser vistos tras las breñas entre faldas a cuadros y los viejos balancean sus años en un pico de la luna. A punto de caer, a punto de volar o estrellarse contra el suelo. 

Sólo es por la luz artificial que les veo las caras. Y sé que si alguien molestó de hacerles una fotografía, es porque andaban en fiestas y se veía bonito el entorno. 

Pero hoy no es primavera y aquel pueblo no debe estar en fiestas, debe ser triste verlos a todos tan mudos, tan oscuros entre montañas, sin esas pulcras guirnaldas colgando por el cielo. Abandonados de su alcalde, que olvidó que en invierno también hacen falta faroles, para que los niños no se pierdan entre las sombras de la 
no-primavera.

jueves, 1 de marzo de 2012

Sin apéndice



-¿Qué puede pasarnos si decimos un no?
-No pasará nada. Tú decides.
- Esa es la mayor mentira.
-¿Qué película quieres ver?
-Me da igual. 
-Salimos mejor.
-Sí.
-Qué pesado el vecino. Dale y dale con eso de la fachada.
-Yo le dije que sufría de sordera. Y eso del virus que se transmite al hablar.
-Yo le dije que padecía una doble personalidad violenta.
-Por eso nos mirarnos raro.
-Sí, puede ser. O porque le rayaron el mercedes el otro día.
- Qué mala es la gente jajajaja
-¿Sabes? tuve que dejar toda mi ropa en aquella casa. No me queda bien la ropa de tu padre.
-Chopin tuvo que dejar su piano en Mallorca. Pero volvió a tocar.
-jajajajajaja y Colón perdió a la Santa María y aún así...
- Esa es la idea. Tú eres talento o no. Todo lo demás es complemento.
-Me da pena la "nueva vida", no sé, es como si ya nada fuese importante, como si nada tuviese el valor, el esfuerzo, el sufrimiento real que nació de algo que se consiguió de verdad. Eso de que nosotros no seremos grandes, ni recordados.
-Hazte un facebook.
- jajajajaja lo he pensado. 
-¿Has visto la nueva pintada en el asfalto de la calle?
-Sí dice algo así como  Te querré hoy y mañana Lola. 
-Ella debe verlo todos los días. Es bonito.
-Sí, hasta que asfalten de nuevo la calle. El amor dura un tiempo. Pero las palabras están en dos extremos, bien pueden recordarse siempre. O tan siquiera permanecer milésimas en la mente.
-Yo recuerdo todo lo bueno que tú me dices.
-Yo olvido todo lo malo que tú me haces.
-Entonces nos irá bien.




Al tiempo, asfaltaron de nuevo la calle.