viernes, 29 de junio de 2012
Y Yoko Ono se esfumó con Willy Fog y dieron la vuelta al cubo de basura
Venía dispuesta a contarte cosas, cosas importantes, cosas que debías saber. Incluso llevaba una pequeña libreta con anotaciones, recortes y fotos para que no se me olvidara nada. Elegí el camino largo, no había prisa, era temprano. Pasé por el barrio Grande, el de los helados. Decidí que era buena hora para tomar uno, stracciatella y fresa. Hice buenas migas con el tendero, me contó que había sido el camello de River Phoenix en otro tiempo, y que huyó de la zona cuando pasó todo aquello. No pude marcharme hasta el final de su historia, ya sabes que siempre me gustó Phoenix, era un yonki irresistible. Cuando quise dar cuenta era tarde, pero aún quedaba tiempo. Podía haber atajado por el barrio Grisnegro, pero no lo hice. Llegué a la zona de Casas Azules, donde las hamacas peligrosamente cómodas, imposible pasar por ellas y no dejarte abrazar. Una de ellas me contó que estaban faltas de cariño, que las cosas no eran como antes, cuando los caminantes se daban de tortas por sentarse en ellas. Ahora casi tenían que prostituirse por tener un culo encima. Ella lo comparó como un río sin agua, y yo entendí su pena. Despidiéndome con promesas de volver, saliendo de la zona Azul, tropecé con Willy Fog, muy desmejorado por cierto. Olía a vino barato y le se habían caído algunos dientes. Le pregunté por su bastón, pues ahora se apoyaba en un trozo de hierro oxidado. Me confesó que lo había cambiado por una noche de amor, de ahí su estado, sexo loco sin condón, ya sabes. Había pillado algo raro, contagioso. Yo guardé la distancia con sutileza, pues Willy, aún hecho polvo, no dejaba de ser un león dando vueltas a un cubo de basura porque el mundo se le había quedado demasiado grande.
Me despedí de él cuando se hizo repetitivo con eso de que se lo pusieron demasiado difícil con los 80 días.
Bajando por la cuesta de las Palomas, tropecé con algo parecido a Yoko Ono, me dijo de componerme un tema o pintarme un cuadro. Le dije que no, se puso pesada. Me dijo entonces de venderme unos zapatos de gran valor, pues eran de su marido muerto, pero ¿para qué coño quería yo unos zapatos usados del número 44? No tenía sentido. Se sintió ofendida y tras una nube de polvo, desapareció. Muy mística.
Al fin llegaba, pero era de noche, y el camino empezó a desaparecer hasta el día siguiente. Un castor guatemalteco me ofreció un tronco para descansar. Pero se me fue de las manos, y cuando desperté casi ya era la hora de encontrarte. Salí corriendo, pero al llegar a la puerta tuya, nadie abrió. Esperé un rato, pero comprendí que ya no volverías, porque yo ya no te buscaba. Me di cuenta de que tampoco llevaba la libreta, seguramente Yoko y sus manos largas... Entonces ya no recordaba nada de lo que venía a decirte, quizá porque en el camino, había dejado de ser importante.
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Me encanta!!! interesante viaje...;)
ResponderEliminarBesos!
El otro día me senté en una hamaca y el cuidador hizo sonar su silbato y me expulsó. Me hizo sentir mal. Porque tampoco se puede soñar. Las hamacas están solas, si. Pero los hombres, estamos solos, también, sin hamacas, y sin nadie que nos hamaque un poco...
ResponderEliminarLos cuidadores de las hamacas no tienen consideración... ellos tienen la culpa de la soledad de ambos.
EliminarPero no hice promesas de volver a un mundo repetitivo que desaparece.
ResponderEliminarInteresante texto para un viernes sin tregua. Pasa un buen fin de semana ;)
Mientras te leía embelesada un trozo de cielo se ha desplomado sobre nosotros.
ResponderEliminarPero tampoco es importante.
Esta noche lo encontraremos en le cubo de la basura junto a todo lo demás.
Me atrapas.
Abrazo
Quiza tampoco tenias que decirle nada, tan solo salir a tomar el aire y que tu camino fuese creandose por si solo debajo de tus pies. Algunas cosas suceden aunque el dia este invertido, porque ocurren no por lo que tenias que decir, si no por lo especial que es uno mismo. En tu caso, cada paseo es una aventura de la que conoces el origen y el final y solo te resta vivir la historia que esta fraguandose ahi fuera.
ResponderEliminarQué locuela estás hecha. Ya me lo parecía a mí, acabas de confirmarlo.
ResponderEliminarjejeje es el calor Aina, me explota.
EliminarEl calor te sienta bien Imilce.
Eliminar;-))
Muxu haundi bat!!
Al castor me lo cenaré esta noche.
ResponderEliminarY brindaré por Fernado Fernán Gómez.
Y después incendiaré el edificio.
Mañana ya veré...
Besos.
se te vuela la vela. dale amarras.
ResponderEliminarque onirica que estás, llega de la buena ahí...
beso
f
Y eres genial. Mucho.
ResponderEliminar:)
Oh, hacía mucho que no me pasaba por este lugar, se me había olvidado cuanto me gusta, ( por falta de pasarme por los blogs, claro )
ResponderEliminarSí, a veces ponemos tanto ahínco en nuestras tareas, que del sobre-esfuerzo sufrido vemos que nuestra meta ya no vale tanto la pena, que ya se ha desgastado todo su esplendor. Tal vez el camino que has recorrido valga mucho más que el fin al que pensabas acudir.
Un abrazo.
No somos más que parte de un bucle pero con la salvedad de que a cada periodo de tránsito, todo es más decadente y por desgracia más absorbente y posesivo. Cada cosa tiene su porción de celos y no quiere desaparecer de la realidad que se relate en ese momento. Quizá por ello se pierda la libreta no solo esta vez. Los bucles también tienen derecho a vivir, aunque a costa de nuestras direcciones establecidas.
ResponderEliminarTenía que ser Yoko, nunca nos cayó bien en casa, nunca.
Más real de lo que pensamos que te quedó. Ya sabes que estos universos extraños son un deleite para mí y lo dibujaste muy bien.
Un beso, amiga.
A veces nos ponemos a andar con la idea fija de desembuchar aquello que tantas ganas teníamos de decir, como para liberarnos y sentirnos fuertes, pero resulta que mientras andamos, sin damos cuenta quitamos la importancia a aquello tan relevante, tal vez perdemos el tiempo a propósito, como queriendo encontrar un sentido al viaje... sin apreciar que de tanto andar se nos perdió en el camino.
ResponderEliminarTal vez lo provocamos nosotros mismos, retrasándolo mientras disfrutamos de una buena siesta en la hamaca de las casas azules, o interpretando al señor Fog en sus pasadas historietas... Será que tanto no lo era, será que si ya no tenemos la libretita que nos lo recuerda nos liberamos con disimulo de la carga que supone tener que decir lo que uno a veces no quiere.
O será que es mejor no decir nada, trivializar sobre la importancia de las cosas es perder parte de un tiempo perfecto que podemos utilizar para otros menesteres, esta vez si, más importantes, o no... pero en eso está parte del juego.
Besitos mediterráneos
¡Buenísimo!
ResponderEliminar¿Esto lo soñaste o estabas fumando María? Así que Lennon calzaba un 44... ¡No sé como pudo caerse al suelo, al dispararle, con esos enormes soportes! El último siempre besa mejor. ¿Por qué soy el último, no?
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